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sábado, 2 de diciembre de 2017

VIGILAR Y ORAR

No hay otro antídoto mejor que orar y vigilar. Porque, de esa forma, mantenemos y sostenemos nuestra fe y nuestra esperanza en el Señor. Es la oración el arma que nos mantiene vigilantes y nos fortalece para perseverar y sostenernos fieles a la Voluntad del Padre. Y no podremos bajar los brazos, porque en donde menos lo esperamos surge la tentación y el peligro.

Tomar conciencia de nuestra debilidad es darnos cuenta que sin el Señor no podemos hacer nada. Y, para permanecer en el Señor necesitamos estar unido y cerca de Él. Eso nos ayudará a conocerlo cada día un poco más. La lectura del Evangelio de cada día y la oración, junto a la reflexión sobre lo que me dice esa lectura, me dará capacidad de discernir y de sostenerme fiel. No perdamos de vista que tenemos un aliado infalible y que nos asiste y nos da sabiduría. Es el Espíritu Santo, que nos aclara esas lecturas de cada día y nos va revelando la Voluntad del Padre.

Nos lo dijo el Señor muy claramente en el momento de su Ascensión: Pero ahora me voy a Aquel que me ha enviado, y ninguno de vosotros me pregunta: "¿Dónde vas?" Sino que por haberos dicho esto vuestros corazones se han llenado de tristeza. Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy... -Jn 16, 5-11-.

Igual que un deportista no puede dejar sus ejercicios y preparación, así nosotros tenemos que estar unidos al Señor. Nuestra perseverancia se apoya en el contacto, por la oración, con el Señor, pero también con los hermanos. La comunidad es la guarida donde nos fortalecemos para, saliendo al exterior, soportar las inclemencias del tiempo y los peligros que nos acechan. En ella tomamos fuerzas y nos fortalecemos y también nos renovamos en la presencia del Espíritu Santo.

Los misioneros nos dan testimonio de todo esto que reflexionamos. Ellos han abandonado el mundo para darse, en lugares inhóspitos y de persecución, a los pobres, marginados, excluidos y perseguidos. Pidamos la Gracia del Padre para, revestidos de su Fuerza, resistir todas estas tentaciones y peligros. Amén.

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