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martes, 16 de enero de 2018

SÁCAME, SEÑOR, DE LA LEY Y LLÉNAME DE AMOR Y MISERICORDIA

Qué hay que cumplir las leyes es evidente, y eso no admite ninguna discusión. José y María se sometieron a la ley y a las costumbres de su tiempo. Así lo narra el Evangelio en los primeros años de Jesús. Fue presentado en el templo y cumplió con los requisitos de la ley. Pero, eso no debe confundirnos ni desviarnos del criterio que la ley debe estar siempre al servicio del hombre. Una ley que no cumpla esa condición deja de ser ley, para convertirse en esclavitud e imposición. Y debe ser corregida o abolida.

Porque, la ley debe siempre mirar al beneficio y bien común del hombre. Siempre contenido en la verdad y la justicia. Todas las personas somos iguales, y por el hecho de ser hijos e hijas de Dios reciben la dignidad de ser iguales en derechos y tratados en condiciones de igualdad, de justicia y verdad. Nunca se pueden legislar leyes que vayan contra la dignidad de la persona y contra el bien común.

Por eso, Señor, consciente de mi esclavitud y mi tendencia a ser egoísta, de la que no puedo escapar y de la que me siento esclavo, te pido que me llenes de amor. De amor libre que me ayude a, voluntariamente, darme en servicio y para el bien común de todos los hombres. Independientes del color, raza, credo o lugar del que procedan. Ayúdame, Señor, a priorizar el amor y la misericordia antes que la ley. Leyes que someten y esclavizan en muchas situaciones a los hombres, y que van encaminadas a favorecer a unos cuantos poderosos y ricos.

Danos, Señor, la sabiduría de iluminar los caminos, nuestros caminos, con la luz de la verdad y la justicia, que sólo nos viene de Ti. Porque, los hombres, ciegos por su condición pecadora y humana, se ven sometidos y esclavizados por el pecado a las más bajas pasiones y avaricias que los denigran y los enfrentan a muerte. Sácanos, Señor, del sometimiento a la ley y llénanos de amor y misericordia.

Confiados en tu Amor y Misericordia, Señor, caminamos depositando en Ti toda nuestra confianza y esperanza. Y en tus Manos ponemos todos nuestros anhelos y nuestros deseos de verdad y justicia entre los hombres, para que la fraternidad se haga realidad en este mundo en el que vivimos. Amén.

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