Páginas

Páginas

lunes, 26 de febrero de 2018

FRÁGILES COMO VASIJAS DE BARRO

Resultado de imagen de Lc 6,36-38Podemos presumir y jactarnos de nuestro poder. Incluso, convencernos de que somos fuertes y poderosos y capaces de alcanzar la felicidad. Habrá momentos que experimentamos tener el mundo a nuestros pies. Todo parece sonreírnos y la vida nos parece que la podemos dominar. Pero la realidad no es así. Estamos contemplando un espejismo que, el mismo demonio, se encarga de presentarnos y hasta adornarlo con delicada seducción y sutileza.

La realidad es que detrás de ese aparente poderío se esconde una fragilidad de barro, capaz de deshacerse en unos instantes. Pero, sucede que nuestra ceguera y necedad puede hacerse crónica y oscurecer nuestro camino sumergiéndonos en un mundo irreal, ilusorio y tergiversado. Somos víctimas de nuestra propia ignorancia y esclavo de nuestro pecado. Ese fue el error de Adán y Eva. La soberbia de creerse que podrían llegar a ser como Dios.

Pero, hasta aquí todo es muy normal. Somos egoístas por naturaleza e inclinados a erigirnos centro de todo lo que nos rodea, incluso, si podemos, del universo. El problema empieza cuando ese egoísmo pasa a formar parte central y meta de mi vida. Es ahí donde se cultiva y nace el pecado. Y es ahí donde se hace presente la asistencia del Espíritu Santo para vencerle. Hay que llamarlo e injertarnos en Él.

Porque, somos frágiles como vasijas de barro y sin la asistencia y auxilio del Espíritu Santo estamos perdidos y en manos del demonio. Nuestra felicidad no está en el poder y el dinero, sino en el amor. Pero un amor que trasciende de nosotros para llegar a los demás. Tu corazón renace y se convierte en nuevo cuando es capaz de renunciar a su propio egoísmo y se transforma en generosidad y compasión hacia los demás. 

Es entonces cuando has nacido a ese hombre nuevo que te pide tu Bautismo. Es entonces cuando la felicidad y el gozo de amar se hacen presentes en tu vida dándote y amando a los demás como deseas para ti. Es entonces cuando comprendes que tu fortaleza no está en el poder y el dinero, sino en el amor entregado a los demás. Porque, entonces descubres que has sido creado para amar y ser amado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.