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domingo, 1 de abril de 2018

AMOR Y BÚSQUEDA

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Cuando realmente amas buscas una salida a ese amor. Porque, el amor no se conforma con una despedida, sino que persigue y desea la eternidad. Tanto María Magdalena, como Juan y Pedro salen, avisados por ésta, corriendo hacia el sepulcro, porque la piedra ha sido rodada. Corren porque la llama de su amor todavía esta viva; todavía arde dentro de sus corazones. Y son recompensados con la ausencia de Jesús en el sepulcro. No está allí, y eso significa que ha Resucitado.

Todo empieza a tomar orden en el puzle que todavía los apóstoles no han entendido. Ahora todo empieza a tener sentido y significación. Jesús, el Señor, ha Resucitado. Él lo había dicho. Su Cuerpo, Templo del Espíritu Santo, ha sido construido en tres días. Jesús es el Señor, el Hijo de Dios Vivo. ¡Alabado y glorificado sea su nombre! ¡Bendito sea el nombre del Señor!

Señor, te pedimos en este día de gloria y exaltación que nuestra fe se vea fortalecida y aumentada en el camino que todavía nos falta por recorrer. Que cada día sea mayor y más madura, y que sea una fe más entregada, más dada, más ágape. Una fe que tras el recorrido de su inseguridad  - dodim - va alcanzado la madurez del agapé, de la entrega y de la plenitud.

Hoy permanecemos alegré, exultantes, llenos de esperanza y alegría. Sabemos que el camino nos presentará dificultades y momentos difíciles donde el discernimiento necesita fortaleza y desprendimiento. Sabemos que también nosotros tenemos que sufrir nuestra propia pascua, pero, sabemos también que en Ti, Señor, resucitaremos por tu Gracia y para permanecer contigo para la eternidad en plenitud de gozo y felicidad. Danos, Señor, esa sabiduría cada día de nuestro camino para amanecer siempre con la esperanza de empezar una nueva resurrección.

Porque, cada día, empezamos a construir nuestra resurrección con el esfuerzo de nuestra conversión. Porque, cada día, es una nueva oportunidad para preparar nuestra resurrección con el esfuerzo del amor que recibimos de Ti, Señor. Amén.

2 comentarios:

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.