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martes, 22 de mayo de 2018

EL CAMINO DE LA PASIÓN

Resultado de imagen de Mc 9,30-37
Sabemos que nuestro camino termina en la cruz, pero una cruz cuyo resultado es de gloria,  la resurrección. Eso es lo que Jesús trata de explicarle a sus discípulos cuando van subiendo hacia Jerusalén. Trata de decirlo en secreto, pues no quería que se supiese e iba enseñándoles lo que se avecinaba: Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará». Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle.

¿Y cómo iban a entender? Ya que de por sí es difícil de entender, menos aún cuando ellos iban metidos en otros menesteres y con otras ambiciones e intereses. ¿Y no nos pasa a nosotros lo mismo? Esas cosas no podemos solucionarlas con métodos, disciplinas y estudios. Se trata de amar y eso consiste en transformar nuestro corazón, apegados a las cosas de este mundo, en un corazón capaz de renunciar y darse de forma generosa a los demás.

Pidamos al Señor un corazón generoso, dado, comprensivo, capaz de amar y de darse sin pedir nada a cambio. Un corazón disponible y gratuito al servicio de los demás. No es fácil lograrlo, pero la oración nos puede ayudar mucho. La oración y la confianza en ponernos en Manos del Espíritu Santo para que nos vaya alumbrando el camino y cultivando en nuestros corazones sus frutos. la caridad, el gozo, la paz, la paciencia, la longanimidad, la bondad, la benignidad, la mansedumbre, la felicidad, la modestia, la continencia y la castidad.

Frutos que nos ayudaran a transformar nuestros corazones en corazones disponibles y humildes a acoger la inocencia, la pequeñez, a los pobres e indefensos, a los sinceros, y capacitados para servir y ocupar los últimos puestos. Abajarse y hacerse pequeño equivale a ser el último del escalafón y estar dispuesto a servir de forma voluntaria y gratuita. Amén.

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