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miércoles, 30 de mayo de 2018

UNA CRUZ QUE SALVA

Resultado de imagen de Mc 10,32-45 dibujado por Fano

Servir no significa sostener ni mantener la vida de otro, sino dar tratamiento de servicio cuando y en el momento que lo necesita. Así, los padres cuidan de sus hijos hasta que estos toman vuelo y son capaces ya de depender de ellos mismos. Observas y así sucede en todo ser viviente de la naturaleza. Por un simple razón, porque serás tú quien tendrás que responder ante Dios de tus actos de amor.

Bien, es verdad, que hay dependencias más largas que otras, y, quizás, algunas que duran toda la vida. Pero, esas necesitan unos cuidados más intensos y duraderos. Afortunadamente, por la Gracia de Dios, son los que mejores antienden la sociedad y la caridad de los ciudadanos en centros y hospitales dedicados a sus cuidados. Pero, también hay miserias en muchos lugares donde el egoísmo de unos y la ambición de otros dejan en la más paupérrima pobreza a muchas familias y personas, que sufren y padecen dolorosamente sacrificios hasta de muerte.

Todos tenemos nuestras propias cruces y hay que saber soportarla. No podemos pretender cargar al otro con tu propia cruz, porque eso, queda al descubierto, no sería ni justo ni estaría bien. Esa frescura o picaresca descubre tu egoísmo y tu intención de aprovechamiento. No son pobres, sino que hacen de pobres, aquellos que tratan de aprovecharse y de vivir a costa del engaño y de la caridad de los demás. Jesús curaba y mandaba, una vez curados, a que siguieran su camino procurando no pecar más. Es decir, cargar con su cruz y vivir en el amor y la justicia.

No se trata de dar el pescado, sino de darles una caña y enseñarles a pescar. Tú y yo tenemos que responder ante el Señor presentando nuestros actos realizados con verdadero amor, y eso exige que hagamos actos de amor. Y el más grande es amarnos a nosotros mismos, y lo hacemos cuando tratamos de vivir según los mandatos del Señor, en el amor y la verdad.

Pidamos esa Gracia y la voluntad de saber aceptar y cargar con la cruz que nos corresponde, dando toda nuestra capacidad de servicio, de desprendimiento y de amor a los demás asitidos y auxiliados por el Espíritu Santo. Amén.

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