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sábado, 13 de abril de 2019

¿DÓNDE PONGO MI MIRADA?


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También me siento perseguido, Señor, en medio de este mundo hostil a tu Palabra. Un mundo lleno de prejuicios y de mentiras. Un mundo donde prevalece el poder, la productividad, la enconomía, la riqueza y la venganza. Un mundo donde el fuerte, el poderoso y el rico tienen la sartén por el mango para gobernar y dirigir a sus anchas. 

Un mundo que no cree en el amor sino en el poder y la riqueza. Un mundo donde lo importante son los proyectos rentables y productivos que dan riqueza y poder. Un mundo donde las personas están por debajo de los intereses materiales y de creación de riqueza, que producen poder y gloria. Un mundo, Señor, donde tu Palabra no es acogida porque, ante la inmediatez de la gloria y el bienestar, el camino de cruz que Tú propones es rechazado.

Nadie quiere cargar con tu cruz. Se cumple la palabra de Caifás cuando dice: «Vosotros no sabéis nada, ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación».  Y ante esto Jesús no se rebela, sino que acepta voluntariamente, siendo dócil a la Voluntad del Padre, una muerte de cruz para salvar a todos lo hombres. Y entre esos hombres y mujeres de todo el mundo están incluidos tú y yo, porque, también nosotros lo hemos, con nuestros pecados, llevado a la cruz.

Por eso, Señor, te pido con todas mis fuerzas que me ilumines y que me des la fortaleza y la voluntad para aceptar ese camino de cruz que Tú propones y unir a ella, con todas mis fuerzas, mi pobre, pequeña y sencilla cruz de cada día. Una cruz pecadora que suplica humildad para poder ser abrazada y salvada por tu Infinita Misericordia, Señor.

Dame, Señor, te lo suplico desde mi corazón humillado y postrado ante Ti, la paciencia, perseverancia y firmeza para no desfallecer y seguir adelante sin resistencia. Sé que tengo muchos fallos, debilidades y pecados, pero también sé que si has entregado tu vida por mí en esa muerte de Cruz estás dispuesto a perdonarme. Y yo, Señor, quiero aceptar tu perdón y serte fiel. Por eso te pido que llenes mi endurecido corazón de humildad, de fortaleza y voluntad para no desfallecer y seguir tus pasos. Amén.

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