Páginas

Páginas

martes, 9 de abril de 2019

NO QUIERO QUEDARME EN ESTE MUNDO Y CREO EN TU PALABRA

Resultado de imagen de Jn 8,21-30
Tú, Señor, tienes Palabra de Vida Eterna y creo en Ti. No quiero quedarme en este mundo al que estoy sometido por mi naturaleza humana, pero que Tú, con tu muerte de cruz, has pagado para liberarme. Quiero seguirte a pesar de que en muchos momentos de mi camino surjan dificultades, dudas y misterios que no podré alcanzar, más tu Palabra es Palabra veraz porque vienes enviado por el Padre que nos ama infinitamente y misericordiosamente. Y todo lo que has recibido y oído al Padre nos lo enseñas y das a nosotros.

Yo confío en Ti, Señor, porque lo que Tú me dices lo siento dentro de mí y se corresponde con lo que está escrito en mi corazón. El mundo me engaña y su palabra no es veraz. Quedarme en este mundo es morir y perderme para siempre. Yo, Señor, quiero ir contigo y pedirte que me lleves a donde Tú vas. Quiero ir a esas moradas que Tú ya nos has dicho que nos prepara en la Casa de tu Padre - Jn 14, 2 - porque en ellas seré feliz junto a Ti, Señor, para toda la eternidad.

Nadie me escucha como me escuchas Tú, Señor; nadie me acoge como me acoges Tú, Señor; nadie me comprende como me comprendes Tú, Señor y nadie me salva, entregando su vida en la cruz de forma voluntaria y sin condiciones como lo has hecho Tú, mi Señor. Por todo ello, me fío de tu Palabra y creo firmemente en lo que me dices. No quiero quedarme en este mundo donde la mentira, la corrupción, la vanidad, el poder del más fuerte, la violencia, la explotación, la venganza lo hacen hostil e injusto. 

Llévame contigo, Señor, y, a pesar de mis pecados y errores; a pesar de mis debilidades y caídas, no las tengas en cuenta y sálvame por tu Infinito Amor y Misericordia. Gracias, Señor, en tus Manos me abandono y a ellas me confío. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.