Páginas

Páginas

domingo, 7 de abril de 2019

TAMBIÉN YO, SEÑOR, SOY UN PECADOR

Imagen relacionada
Necesito tu perdón, Señor. Y lo necesito porque, cuando más cerca estoy de Ti más me doy cuenta de mi condición pecadora. Mi debilidad es tanta que experimento que no tomo conciencia de mi gran deuda. Deuda que nunca llegaré a pagarte. Solo tu Misericordia la puede saldar. Por eso, Señor, a pesar de mi incapacidad para tomar conciencia y darme cuenta de todo lo lejos que está mi corazón de Ti, quiero, al menos, expresarlo aunque no pueda sentirlo y darte gracias por tu Perdón y Misericordia.

Hoy lo has demostrado en el Evangelio al defender a esa mujer adultera, que no la justificas, pero que Tú le das esa oportunidad para que reinicie su vida por un nuevo camino junto a Ti. La misma oportunidad que me das a mí en este momento y a cada instante de mi vida. Porque, Tú, Señor, sabes de nuestra condición pecadora y de nuestro sometimiento al pecado. Por eso, nos comprendes y quieres ayudarnos a liberarnos.

Tú, Señor, tienes poder para liberarnos, pero quieres que usemos nuestra libertad y nuestra voluntad para lograrlo según Tú nos indicas y señalas el camino. Tú pones lo que nos falta a nosotros, pero sólo lo que nos falta, porque nuestro esfuerzo depende de nosotros. Para eso nos ha dado unos talentos, libertad y voluntad. Por todo ello, Señor, quiero pedirte mucha fortaleza, sabiduría y paz para no separarme de tu camino y seguir a tu lado fortaleciendo mi fe y mi confianza en Ti.

Quiero aprovechar estos momentos de tribulación para abandonarme en tus brazos y dejarme conducir por Ti. Te pido, Señor, luz, sabiduría y decisión, y sobre todo, confianza en saberme dirigido por el Espíritu Santo para no alejarme de tu Palabra ni de tu Amor. Y fortaleza para responder a ese cambio de vida que Tú me pides siguiéndote e imitándote. En Ti confío Señor. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.