Páginas

Páginas

domingo, 19 de mayo de 2019

UN MUNDO DE VERDADERO AMOR

Resultado de imagen de Jn 13,31-33a.34-35
Es lógico pensar que hasta que todo el mundo no ame al estilo que Jesús nos propone, el mundo no se arregla. Toda solución pasa porque todos amen. Para ello es necesario transmitirlo, divulgarlo y proclamarlo a los cuatro viento. Y eso nos corresponde a todos los bautizados, porque, sólo así dando ese testimonio de amor comprederán que la solución pasa por amarnos.

Sin embargo, sucede que muchos bautizados estamos alejados de la Iglesia y hasta de Dios. Sucede que muchos bautizados nos hemos quedado con el traje de nuestra primera comunión y no hemos crecido en el conocimiento de la Palabra de Dios ni de Jesús, el Hijo de Dios Vivo. Y sucede que lo que no se conoce no se puede transmitir. Por lo tanto, prima acercarse a la Iglesia para escuchar y conocer a Jesús.

Es entonces cuando conoceremos ese mandamiento nuevo que Jesús nos propone. Un mandamiento nuevo que sorprende su contenido, pues, si amarnos es difícil ya de por sí, amar a los enemigos, no sólo es difícil sino que se nos hace imposible. Tan imposible que sólo no podremos lograrlo, pues nuestra naturaleza herida por el pecado nos somete y nos impide, no sólo amar, sino amar a los enemigos.

Por lo tanto, Señor, es eso lo que te venimos a pedir en estos momentos, las fuerzas necesarias para suavizar nuestro corazón, ablandarnos y ser capaces de amar hasta el extremo de entregar nuestra vida. Tal y como Tú has hecho con nosotros. Sí, lo sabemos, se nos antoja, no difícil, sino imposible si no estamos injertados en Ti. Necesitamos tu Gracia, Señor, para poder vencer nuestra pereza, nuestro egoísmo y todas las dificultades, que anidan en nuestra naturaleza humana, para amar como Tú, mi Señor, nos ama.

Imploramos esa fuerza y voluntad para, abandonados en tus Manos, dejarnos purificar y convertir para poder amar como Tú, Señor, nos amas. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.