Páginas

Páginas

miércoles, 17 de julio de 2019

¡DAME, SEÑOR, UN CORAZÓN SENCILLO!

Resultado de imagen de Mt 11,25-27
Sé, Señor, y recuerdo que te lo he pedido muchas veces. Y no es que esté cansado ni que sienta vergüenza de insistir y volver a pedírtelo, sino que experimento una sensación de fracaso y decepción al no esforzarme y poner en práctica tu Palabra y tus mandatos. Sé también, casualmente esta tarde leyendo la historia de un personaje me ha quedado claro, que todo depende de Ti y mi papel es sólo seguirte y abandonarme en tus Manos, pero, lo cierto es que no te sigo. Te pido y luego yo hago otra cosa según mis gustos y las inclinaciones de mi soberbia.

Seguro que Tú, Señor, me has brindado muchas posibilidades de mostrarme para poder mostrarme humilde, pero yo posiblemente las he rechazado, y, peor, dándome cuenta no me he corregido. Quizás me creo que soy mejor que otros, o que con pedirlo me basta. Sé, Señor, que Tú lo puedes todo y sólo con tus Fuerzas puedo lograrlo, pero necesitas mi disponibilidad y mi consentimiento. Y, quizás, sea eso lo que te niego sin darme cuenta. Te pido humildad, pero, cuando llega el momento me resisto a dejar humillar.

Y lo entiendo, Señor, porque sólo de esa manera queda claro que mi corazón lo está pidiendo de verdad y con verdadera fe. Confiado y abandonado a tu Poder. Porque, la fe se muestra verdadera cuando la vida se hace vida, valga la redundancia, respondiendo con coherencia según tu Palabra. Y, ahora, Señor, quiero decirte que, contando, por supuesto, con tu Gracia, voy a esforzarme en tratar de ser humilde y asumir mis humillaciones y soberbia poniéndola en tus Manos.

Sin embargo, Señor, no puedo dejar de suplicarte que me ayudes en esos momentos donde tengo que humillarme y aceptar mis pecados. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.