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viernes, 16 de agosto de 2019

POR, EN Y CON LA ORACIÓN SALVAMOS TODOS LOS OBSTÁCULOS


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HOY A LAS 09:00 HORA PENINSULAR, 08:00 HORA CANARIA, REZO DEL SANTO ROSARIO POR LA DEFENSA Y UNIDAD DE LA VIDA Y LA FAMILIA. ÚNETE A LA HORA QUE PUEDAS Y DESDE DONDE PUEDAS. 

Recibir el Sacramento del matrimonio es aceptar la invitación del Señor a acompañarnos durante el viaje de nuestra vida matrimonial y proyecto juntos. No es cualquier cosa casarse por la Iglesia. Es algo muy serio que responde a nuestro compromiso de amor y para el que pedimos el auxilio de la presencia del Señor entre ambos. Los cónyuges reciben el privilegios de invitar a quien todo lo puede y a quien se ha comprometido con ellos hasta el final. No sólo para compañarles, sino para darles la plenitud del verdadero amor y para ofrecerles el mayor regalo que se puede ofrecer en esta vida, la Gloria de la Vida Eterna.

Por eso, el día a día de la vida conyugal es el mayor regalo que se puede recibir, pues, por él tenemos la posibilidad de ir conquistando, día a día, nuestra madurez, nuestra felicidad y descubriendo nuestro verdadero amor. Nace, día a día, nuestra confianza y crece el genuino y verdadero amor entre los cónyuges. Un amor que no está basado en caricias, afectos, pasiones, caprichos y regalos, sino un amor que se apoya en el compromiso de serte fiel y de unir cada día un poco más nuestras voluntades.

Indudablemente, ¡difícil tarea! Tan difícil que solos y cada uno por su lado no se puede conseguir. Tarea de sacrificios, de paciencia, de incomprensiones, de desengaños, de inconsideraciones, de insinceridades, de falta de fidelidad y hasta responsabilidad de aquellos en el que yo descansaba o había puesto todas mis esperanzas. Percibes que tú solo o sola no puedes. Descubres que necesitas al Señor y para eso lo llamas, le pasas invitación para que venga a tu matrimonio, a tu casa, a tu unidad conyugal y les asesore, les ayude y auxilie.

Sí, tenemos que ser insistentes y ponerse cada uno a un lado dejando sus individualidades, sus proyectos, sus angustias y sus penillas para soportar con paciencia las inclemencias del otro y para, ofreciéndote por amor, suplicar al Señor que les ilumine y les haga ver que amar es dar la vida por el otro, no satisfacerse ni someter a tu voluntad al otro. Pidamos esa luz para que cada día mi matrimonio sea un lugar de paz y de verdadero amor. Amén.

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