Páginas

Páginas

martes, 22 de octubre de 2019

¿SEÑOR, QUIERO ABRIRTE LA PUERTA DE MI CORAZÓN?


Resultado de imagen de Lc 12,35-38
¿Cómo, Señor, puedo abrirte la puerta de mi corazón? ¿Quizás, haciendo esas cosas que algunos me encargan o negándome a ello? ¿Qué tengo que hacer, Señor? Hay rachas que se me acumulan muchas cosas. Sencillas cosas, pero que a mí me agobian o me cuestan. Quizás sea mi comodidad o el deseo de no tener problemas, pero, no sé cómo actuar. Y te pido luz, Señor, para enfrentarme conmigo mismo y responder según Tú lo harías.

Quisiera, Señor, ver cómo lo resolverías Tú, y te pido que me lo aclares de alguna forma. No quiero mirar para otro lado, pero tampoco quiero hacer lo que no debo hacer. Y si quiero, Señor, abrirte la puerta de mi corazón y vivir en tu Palabra y seguir tu Camino. Por eso, Señor, te pido capacidad de perseverar y de sostenerme en tu Palabra. Capacidad para soportar todo aquello que me deprime o me desanima. Fortaleza para permanecer firme y fiel a tu seguimiento y a todo lo que me compromete.

Quiero, Señor, seguir tus pasos y estar atentos a ellos. Quiero, Señor, enfrentarme cada día contra todos los elementos del mal que me acechan en este mundo. Están a mi lado y disfrazados de muchas formas, comodidades, placeres, vicios...etc. Y me siento tentado por ellos y experimento mi debilidad. Necesito esa fortaleza que tenía en otros momentos. Sé, Señor, que pueden ser pruebas, pero no permitas que sea tentado muy fuertemente porque temo defraudarte y eso me llenaría de dolor.

Quiero, Señor, estar presto, tener mi lámpara encendida y dispuesta para cuando Tú llames a mi puerta y me pidas entrar. Quiero, Señor, que entres en mi vida y presentártela limpia y bien arreglada según tu Palabra y tus mandatos. Pero, Señor, sé que soy débil y temo no estar lo atento y preparado que debo estar. Dame, Señor, toda la fortaleza y sabiduría de soportar todos estos momentos de tentaciones, de pruebas y dolores. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.