Páginas

Páginas

martes, 26 de noviembre de 2019

GUIANOS, SEÑOR, A LA VIDA ETERNA

Resultado de imagen de Lc 21,5-11"
Oímos muchos cantos de sirena, pero ninguno se moja ni se compromete hasta el punto de demostrarnos eso que nos prometen. En el terreno político lo podemos descubrir y comprobar de forma más clara. Muchos son los que dicen vigilar y trabajar para instaurar la justicia y servir a los más pobres y necesitados. ¿Y qué ocurre después de que son elegidos?  Se olvidan de todo hasta el extremo de situarse ellos muy bien y edificarse suntuosos palacios en zonas privilegiadas e, incluso, explotar y aprovecharse de los propios trabajadores. Nadie, o muy pocos, dan ejemplo.

¿A dónde, Señor, vamos sin Ti? Tú eres el ejemplo Vivo y fehaciente. Tu Palabra es Palabra de Vida Eterna porque has entregado tu propia Vida dándola por cada uno de nosotros. Tanto por los fieles como por los que no te han sido fieles, e incluso te han llevado a la muerte de Cruz. Sin embargo, por el contrario, observamos a donde nos lleva el mundo con sus nuevas propuestas e ideologías. Sin lugar a dudas vamos que al precipicio de cabeza.

Por eso, Señor, acudimos a Ti y te suplicamos para que nos despiertes de este terrible sueño al que el mundo nos precipita con sus falsas y mentirosas propuestas. Queremos, Señor, ponernos en tus Manos y suplicarte tu intervención para que nos fortalezca ante las propuestas y tentaciones que el mundo nos propone y con las que nos tienta apoyándose en nuestras debilidades y pecados. Pero, Señor, contamos Contigo y con el auxilio del Espíritu Santo que nos acompaña y nos asiste cada instante de nuestras vidas para liberarnos de la esclavitud del pecado.

Es nuestro propio desierto y nuestro exilio caminar por este mundo lleno de peligros, tentaciones, amenazas y falsos anuncios que nos proponen nuevos caminos, no de salvación, sino de pecados y muerte. ¡Sálvanos y líbranos, Señor! Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.