Páginas

Páginas

viernes, 31 de julio de 2020

DAME, SEÑOR, LA GRACIA DE ABRIRME A TU HUMILDE PRESENCIA

Mateo 13, 54-58 | Evangelio del dia, Quien es jesus y Hermanas
HOY A LAS 09:00 HORA PENINSULAR, 08:00 HORA CANARIA, REZO DEL SANTO ROSARIO POR LA DEFENSA Y UNIDAD DE LA VIDA Y LA FAMILIA. ÚNETE A LA HORA QUE PUEDAS Y DESDE DONDE PUEDAS. 


Cuando experimentamos la impotencia y la pobreza ante el poder establecido, que proclama la fuerza y el poder del prestigio, de la ley y del gobierno sobre los demás, pensamos que el Mesías esperado, desde la promesa mesiánica, viene auspiciado por la fuerza y el poder de Dios para liberar al pueblo elegido de toda imposición y esclavitud.

Sin embargo, ocurre todo lo contrario, Jesús, el Mesías prometido, viene a nosotros en la más absoluta pobreza y humildad. Nace humildemente en un abandonado establo, y en un acondicionado e imprevisto  pesebre en Belén y sin ningún tipo de publicidad, de presentación ni escándalo. Asume sus circunstancias y su situación, cumpliendo así todo lo profetizado por los profetas. 

Todo esto establece que los que le esperaban no le aceptan, pues sus esperanzas no les coincidía con lo que veían y esperaban. De esta forma les cuesta mucho entender a ese Jesús que se les presenta en su propia ciudad como el Mesías prometido. No llegan a comprender nada, pues ellos tenían otra esperanza e imagen de ese Mesías prometido. 

Y, nosotros, Señor, queremos pedirte ahora que nos des esa sabiduría y, sobre todo humildad, para aceptarte tal y como te nos has presentado. Sí, Señor, te aceptamos pobre, sencillo y humilde para, abierto a tu Palabra, transformar ese nuestro corazón soberbio, suficiente, vanidoso y egoísta en un corazón manso y misericordioso. Danos, Señor, la inteligencia de comprender que solo el amor es bueno y bondadoso y se da gratuitamente y libremente por sí mismo, es decir, por verdadero amor. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.