Páginas

Páginas

miércoles, 28 de octubre de 2020

LA ORACIÓN, ANTESALA DE LA ACCIÓN

 

Jesús cuenta con su Padre para la elección de los apóstoles y ante de elegirlos se retira a orar. Es una característica suya contar su con su Padre y de su diálogo - oración - con Él, toma orientación y consejo. El Evangelio nos dice: En aquellos días, Jesús se fue al monte a orar, y se pasó la noche en oración con Dios.  Es decir, previo a la elección de los doce apóstoles, Jesús pasa la noche en contacto con su Padre. No se trata de una simple elección sino de elegir a los que van a continuar su misión.

Es el Plan y Proyecto del Padre el que va a realizar, y esos doce serán elegidos por Jesús según la Voluntad del Padre, así que el contacto - oración - con el Padre se hace no solo necesario sino fundamental. Porque, se trata de la Voluntad del Padre para la que fue enviado el Hijo a realizarla.

Hablar con el Padre - también nuestro Padre - es la forma de orientar mi vida según su Voluntad. Por eso, mi oración no consiste en una rutina leída o recitada de memoria, sin en un diálogo en el que me esfuerzo, no solo en hablar sino también escuchar y adecuar mi vida a la Voluntad del Padre. ¿Y cuál es la Voluntad del Padre? Eso exigirá la necesidad de la atenta escucha y el discernimiento de la verdad, que está escrita en mi corazón.

Es notorio y claro que no te gustaría ser engañado ni explotado, ni traicionado o estafado ni muchas cosas más. No hagas a otro lo que no te gustaría que te hicieran a ti. Y esa buena actitud vive dentro de ti, ha sido sembrada, por el Padre en tu corazón. Por eso, no podemos decir que no conocemos la Voluntad del Padre, pues Jesús, el Hijo, nos lo ha anunciado y enseñado claramente en el primer y segundo mandamiento. Por tanto, abramos el corazón al Padre y, atentos y disponibles, sigámosle. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.