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lunes, 9 de noviembre de 2020

TÚ, SEÑOR, ERES EL VERDADERO TEMPLO

 

No son mis oraciones ni el lugar donde las hagas lo que realmente tiene valor, sino el reconocerte, Señor, dentro de mí y el de dejarte instalar en todo mi corazón. Ese es mi templo, Señor, que yo humildemente te preparo y al que te invito a establecerte. Quiero, Dios mío, honrarte, entregándote mi corazón y todo mi ser al servicio de tu proyecto de Amor y Misericordia.

Y, por eso, Señor, necesito alabarte y adorarte, dentro de mí y dentro de cada hombre y mujer necesitados. Y lo hago en la medida que cumplo ese tu Mandato de Amor hacia todos los hombres. Sobre todo a los más necesitados. 

Quiero, Señor, pasar desapercibido y esconderme en tu amor. Un amor que me ayuda a partirme y repartirme como Tú, Señor, haces con cada uno de nosotros. Y es eso lo que te pido, Dios mío, la perseverancia de vivir adorándote y alimentándome de tu Cuerpo y tu Sangre, para fortalecer mi alma y vivir en tu Palabra y Amor encarnado en todos los hombres. Ese es el templo, Dios mío, que quiero guardar, cuidar y visitar todos los días de mi vida. Amén.

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