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lunes, 21 de diciembre de 2020

MARÍA, MADRE Y SEÑORA DE LA HUMILDAD

 

Quiero, Madre, ser humilde como tú, y disponer mi vida para servir como tú, que olvidándote de ti misma y poniéndote, después de recibir ese Inmenso halago y tal alta dignidad de ser la elegida  la Madre del Mesías, del Hijo enviado por Dios, para liberar al hombre de la esclavitud del pecado, al servicio de tu prima Isabel. Y lo haces de forma desinteresada, gratuita y entregada, buscando servir y ayudar.

Un servicio que yo también quiero realizar en y con mi vida. Pero, un servicio desinteresado y proporcional a mis capacidades y talentos recibidos. Porque, sucede, Madre, que me empeño en ser más de lo que puedo ser, y en hacer lo que no puedo hacer. Y en eso, tú, Madre, me enseñas con tu ejemplo y plena humildad.

Tú, Madre, que eres la elegida para ser la Madre del Hijo de Dios, en lugar de echarte flores y vanagloriarte y subirte al pedestal de la vanidad, engreimiento y suficiencia, te has humillado y alegrado en el Señor proclamando su grandeza. Yo, Madre, también quiero responder así a la llamada que Dios ha elegido para mí, hacerlo como tú, Madre, con verdadera humildad y alegría. Intercede, Madre, para que así sea. Amén.

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