A veces tengo la sensación de ser un disco rayado y repetitivo. Puede parecer así, pero no me cansaré de repetir y repetir, Señor, que quiero seguirte y que Tú eres la Sal y la Luz que quisiera imitar y ser. Como Tú me has dicho - Lc 11, 5-13 - insistiré, llamaré y tocaré para que mi vida, según tu Palabra, tenga sentido y sea sal y luz. Porque, en definitiva, lo que importa, Señor, es hacer tu Voluntad.
La prueba de mi fe es la sal y luz que mi vida sea capaz de dar en su camino de cada día. Una sal y luz que contagie según tu Palabra y que, sin ser excesiva que, en lugar de salar y dar gusto, desale y vuelva desabrida la vida, así como la sumerja en sombras privándola de la luz, dé ese sabor evangélico de amor y oriente en el camino verdadero hacia Ti, Señor.
Por y para eso, Señor, te pido ser sal y luz según tu Palabra y tu Voluntad. Ser fiel, a pesar de mis debilidades y pobreza, y sostenerme siempre firme en tu Palabra, sin dudas ni titubeos. Gracias, Señor.
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