Tú, Dios mío, eres lo primero y lo que debe primar y reinar en el centro de mi corazón. Sin embargo, soy consciente de mis debilidades y de mis inclinaciones a las riquezas, al poder y a las comodidades que esta vida me presenta, me ofrecen y con las que me seducen. Hay momentos de mi vida en las que me siento atrapado como esos dos endemoniados de los que habla hoy el Evangelio.
Y experimento la tentación de alejarme de Ti, incluso rechazarte y pedirte que salgas de mi vida. Llego incluso, Señor, a pensar que mi dios es el dinero y el poder y, como aquellos hombres de la otra orilla te invito a salir de mi tierra - corazón - y a marcharte de mi vida.
¡Perdóname, Señor! Perdóname mis disparates, mis debilidades, mis egoísmos y mis pecados. Perdóname mis impaciencias, mi poca y deficiente fe, mi inconstancia y vacilante perseverancia. Ten Misericordia de éste pobre ignorante pecador y libérame de las tentaciones del demonio, que acecha mi vida para encadenarme, como aquellos endemoniados, y sometido, destruirme.
Dame la fortaleza, la sabiduría y la paciencia para sostenerme firme y perseverante en tu confianza y apoyarme en la fe de tu Palabra que da la Vida Eterna. Amén.
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