¡Te necesito a ti, sólo a ti! Deja que lo repita sin cansarse mi corazón. Los demás deseos que día y noche me embargan, son falsos y vanos hasta sus entrañas.
Como la noche esconde en su oscuridad la súplica de la luz, en la oscuridad de mi inconsciencia resuena este grito: ¡Te necesito a ti, sólo a ti!
Como la tormenta está buscando paz cuando golpea la paz con su poderío, así mi rebelión golpea contra tu amor y grita: ¡Te necesito a ti, sólo a ti!
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Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.