Páginas

Páginas

jueves, 7 de octubre de 2021

PERMANECER EN LA ORACIÓN

 

Es evidente que nacemos, no para quedarnos parados, sino para recorrer un camino simultáneo con el desarrollo de nuestro propio cuerpo y mente. Caminamos aunque, en algunos momentos nuestros cuerpos puedan estar paralizados y aparentemente inmóviles. Sin embargo, nuestro corazón y  nuestra alma nos paran, se mueve, caminan y aman. Porque, el amor es una manera perfecta de caminar, y es ese amor el que nos lleva a desarrollar toda nuestra potencia y capacidad de ser mejores, construir un mundo más solidario y fraterno y vivir en el perdón y la misericordia.

Hemos sido creados por amor y para amar. Nuestro camino, por tanto, está pensado para terminar en el Amor. Ese Amor con mayúscula que nos ha creado y que es nuestro principio y será nuestro fin. Por eso, para recorrer nuestro camino necesitamos ir asidos de la mano de Dios. Significa eso que tenemos y debemos estar unidos constantemente y perseverantemente a Él, y eso lo logramos y hacemos con y a través de la oración.

Sin la oración y, por tanto, sin esa íntima relación con Dios, nuestro camino se desdibuja, se oscurece y pierde todo su sentido. Porque, hemos salido de Dios para volver a Él, y, de no hacerlo, quedaremos sin Casa y perdidos. Nuestra vida perderá todo su sentido. Por eso, Señor, también nosotros te pedimos, aprovechando este rincón de oración, que nos enseñes a orar. Te suplicamos que nos des las fuerzas para perseverar e insistir en relacionarnos contigo todos los días de nuestra vida. A no desesperar si el camino se nos tuerce y la cosas van en otra dirección que a nosotros no nos gusta.

Porque, solo Tú, Señor, sabes lo que nos conviene y necesitamos para llegar a tu Casa, donde encontraremos esa felicidad eterna que buscamos. También, Señor, queremos darte las gracias por todo lo que nos has dado y recibimos cada día. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.