Yo te saludo, María, porque el Señor está contigo; en tu casa, en tu calle, en tu pueblo, en tu abrazo, en tu seno.
Yo te saludo, María, porque te turbaste -¿quién no lo haría ante tal noticia?-; mas enseguida recobraste paz y ánimo y creíste a un enviado cualquiera.
Yo te saludo, María, porque preguntaste lo que no entendías -aunque fuera mensaje divino-, y no diste un sí ingenuo ni un sí ciego, sino que tuviste diálogo y palabra propia.
Yo te saludo, María, porque concebiste y diste a luz un hijo, Jesús, la vida; y nos enseñaste cuánta vida hay que gestar y cuidar si queremos hacer a Dios presente en esta tierra. Amén.
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