Es bueno dejar entrar al Espíritu Santo en toda nuestra vida. No para que nos ayude a descubrir qué debemos hacer o decir, sino también para que nos haga ver cuál es la mejor manera de hacerlo o de decirlo, cuál es el estilo y la modalidad que más nos conviene imprimirle a nuestros actos. Podemos pedirlo con las palabras del Cardenal Verdier:
"Espíritu Santo, Amor del Padre y del Hijo, Inspírame siempre lo que deba pensar; lo que deba decir, y cómo tenga que decirlo; lo que deba callar; lo que deba escribir; lo que deba hacer, y cómo tenga que hacerlo. Para obtener tu gloria, el bien de los demás y mi propia santificación. Amén."
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Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.