Quiero acercarme a ti, Jesús, con gozo y confianza, superando todas las dudas que me cercan y las resistencias que me retan. Quiero prepararme para escuchar tu voz en mi corazón, para dejarme enseñar por el Padre, que me muestra a ti cada día a través de la Palabra y de los acontecimientos. Ven, Señor, a mí.
Señor Jesús, aliméntame con tu Espíritu para no seguir atrapado en mis miedos y falsos respetos; aliméntame con tu Espíritu para dejar de vivir una religión deformada, anclada en otros tiempos, en otras gentes; aliméntame con tu Espíritu para engendrar y alimentar mi fe y la fe de los hombres y mujeres de hoy, con los que me has llamado a compartir la vida desde tu Evangelio. Amén.
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Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.