Si logro el silencio lograré escucharte. Escucharte para hacer Tu voluntad y emprender el desafío de amar. Escucharte y dejarme llevar. Porque escuchándote te dejo nacer en mí, me das la paz que me falta y me quitas el miedo que me sobra. Pones las palabras que necesito, aliviando cualquier pena.
Para escucharte me detengo y deteniéndome es que Tu palabra se hace carne en mi. Sólo deteniéndome puedo tomar impulso y abrir mi alma a la magia de Tu amor. Amor del que me mantiene en pie, me renueva y vivifica. Amor que me invita a retomar el camino, según Tu plan, según lo que soñaste para mi. Amor que podemos descubrir -en cada detalle-, dándonos lo mejor, si nos silenciamos, acallando nuestro interior, dejando que reposes tu calma. Amén.
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Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.