San José, maestro de oración, nos enseña a orar, a ser conscientes de la presencia de Dios en nuestra vida, a cuidar la interioridad.
San José, hombre de silencio, vivió los acontecimientos de la historia en disponibilidad y abandono en Dios, que guiaba su vida. Nos impulsa a acoger, en silencio de fe obediente, todo lo que no entendemos y esperar el amanecer de luz que llegará.
Con José aprendió y compartió Jesús el trabajo, la fatiga, las dificultades de cada día. En el silencio del obrar cotidiano, san José, juntamente con María, tienen un solo centro común de atención amorosa: Jesús. Su vida nos toca por dentro. Su paz serena nuestras inquietudes.
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