Señor, ven con tu Espíritu a limpiar mi casa como hiciste con el templo de Jerusalén. Yo soy tu templo, tu morada, el lugar donde has querido quedarte a vivir… tu hogar.
A veces, también comercio, juego a dos bandas y me dejo mover por intereses que nada tienen que ver con tu Evangelio. Y así, se cuelan dentro de mí envidias, soberbias, desconfianzas, miedos,mediocridades, mentiras, violencias, inconstancias. que afean y oscurecen mi «castillo» interior.
Por eso, airea todas mis habitaciones con el soplo de tu misericordia y tu bondad. Abre todas mis puertas y ventanas para que me atraviese de nuevo la belleza de tu claridad. Y quédate a vivir para siempre en mi casa. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.