Dios te ama, Dios vela por ti. Te llama por tu nombre. Te ve y te comprende tal como Él te hizo. Sabe lo que hay en ti, todos tus sentimientos y pensamientos peculiares, tus inclinaciones y preferencias, tu fortaleza y tu debilidad. Se compadece de tus esperanzas y de tus tentaciones. Se interesa por todas tus ansiedades y recuerdos, y por todos tus proyectos. Ve todos los altibajos de tu espíritu, te rodea y te sostiene con sus brazos. Se da cuenta de tu semblante, tanto cuando ríes como cuando lloras. Cuida de ti con cariño. Oye tu voz, tu respiración y el latido de tu corazón. Te ama más de lo que tú te amas a ti mismo. Dios Te ama, Dios vela por ti. Amén.
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Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.