Orar es vaciarse por dentro para abrir a Dios de par en par las puertas del corazón. Invoco al Espíritu para que venga en ayuda de mi fragilidad. Que entre en todos esos espacios que todavía no he abierto a su gracia, y donde no ha calado por completo su mensaje. Que la luz de su Palabra ilumine mi camino y me haga comprender lo que quiere de mí, aunque siga siendo difícil comprender su mensaje.
Señor, quiero que seas el primero en mi vida, y quiero aprender a cargar la cruz que esto conlleve. Sé que, si te amo a ti primero, tú me llevarás a amar al mundo como tú, hasta el extremo. El amarte a ti primero no me aislará de los hombres, al contrario, me impulsará a darme con generosidad a mis hermanos. Amén.
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Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.