El reino de los cielos se parece a un hombre que vendió todas sus palabras para comprar un silencio.
Cuando el silencio fue suyo entró en él, despacio sin hacer ruido, lo sembró, lo regó, lo cuidó… y al poco tiempo brotó una «palabra jamás oída».
Él la escuchó sin decir nada. Y la palabra se hizo carne y habitó entre nosotros.
(Por Ismael Bárcenas, sj)
Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.
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