Señor, quiero ser como la viuda del evangelio que dio todo lo que tenía, se dio a si misma, entregando a Dios toda su pequeñez. Por eso hoy te digo: enséñame a ser generoso, a dar sin calcular, a devolver bien por mal, a servir sin esperar nada a cambio, a acercarme al que menos me agrada, a hacer el bien al que nada puede retribuirme, a amar siempre gratuitamente, a trabajar y esforzarme por los otros. Y, al no tener otra cosa que dar, a darme en todo y cada vez más a aquel que necesita de mí, esperando sólo de tí la recompensa. O mejor: esperando que Tú mismo seas mi recompensa. Amén.
Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina
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