Señor, quiero ser como el barro en tus manos, maleable, moldeable, dócil. Yo confío en tus manos para hacer la mejor vasija, la vasija perfecta.
Sé que tienes paciencia, que trabajas cada día en mí, armando tu mejor obra. Pero sobre todo, sé de tu amor infinito de la ternura con que me formas aunque tantas veces me duela.
Cuando algo falle en mi vida, Señor, cuando esté tomando una forma que no es la que pensaste, me rompes y me haces de nuevo hasta ser, Dios mío, según el modelo de tu corazón.
Que en mis gestos y acciones, se respire algo del perfume de tus manos. Amén.
Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina
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