Ayudame, Señor, de ser siempre respetuoso con el prójimo, a dirigirme a él con amor, con cariño, con respeto, sin humillar ni atropellar. Señor, abre mi corazón para orar por las personas que me han herido con sus palabras, con sus gestos, con sus obras y por aquellos que yo haya podido herir. Dame, Señor, un corazón amoroso para no criticar jamás por la espalda, para que cuando tenga que corregir a otro lo haga de frente, en la intimidad, buscando siempre la verdad y el bien. Dame, la paz, Señor, para abrir mi corazón y cerrar los conflictos que se abran a mi alrededor. Y sobre todo, Señor, llena mi corazón de humildad para dejarme corregir cuando me llamen la atención por mis equívocos, mis errores y mis faltas. Amén.
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Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.