“Tú eres mi hijo amado”, estas son las palabras que más me gusta escuchar de tus labios, Señor.
“Tú eres mi hijo”, hace falta fe para pronunciarla ante mi propia miseria pero yo sé que son verdad, y son la raíz de mi vida y la esencia de mi ser.
Te llamo “Padre” todos los días porque Tú me has llamado hijo.
Ese es el secreto más entrañable de mi vida, mi alegría más íntima y mi derecho más firme a ser feliz. Amén.
Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina
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