Señor Jesús: cuántas veces te reconozco como Señor y Creador, el que me sostiene y vela por mi vida, pero en mi interior a veces siguen sangrando heridas nuevas y antiguas que quieren hacer mella en mi confianza en ti. El dolor y la desesperanza que a veces me embargan ponen palabra a mis miedos y a mis sueños rotos, y es entonces cuando no soy capaz de seguir creyendo y esperando en ti. Sal hoy a mi encuentro con la verdad de tu Pasión y Resurrección. Enséñame que es posible acoger tu Paz cuando la vida nos golpea y ya no somos capaces de esperar en tus nuevos caminos. Junto a mis hermanos hoy quiero proclamar: «¡He visto al Señor!»; y es que tus llagas son, hoy, las que me han sostenido. Amén.
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