Señor Jesús:
A veces la evidencia me dice que no hay nada que hacer. Que por más que insista, las cosas no saldrán bien ni se verán los frutos del esfuerzo de nuestro amor cotidiano. Pero cuando nos asaltan las dudas, o nos parece que todo es inútil y sin sentido, tú te haces el encontradizo poniendo fecundidad y esperanza allí donde había vacío y desilusión.
Danos esa mirada interior para descubrirte compañero en nuestro ritmo cotidiano, en nuestras luchas, alegrías y fracasos. Y cuando nos falten las fuerzas o no veamos el sentido de nuestro quehacer, danos un oído interior para escuchar tu palabra y echar de nuevo las redes donde parecía no ser posible la vida. Así, nuestro confiado esfuerzo se convertirá en banquete y fiesta para todos. Hará posible que se haga realidad entre nosotros tu Reino. Amén.
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Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.