Dios misericordioso, espérame. Espérame porque el camino de regreso es largo y a veces me cuesta seguirlo. Espérame porque pierdo tiempo pensando en lo que pasó y no en el perdón. Espérame porque me cuesta asumir el error.
Dios misericordioso, abrázame. Abrázame porque no sé elegir lo que es bueno. Abrázame porque me duele alejarme de ti y mucho más me duele el vacío, la ruptura, el desamor. Abrázame porque sólo así tendré fuerzas para dejarme transformar.
Dios misericordioso, perdóname. Perdóname porque solo así viviré la alegría. Perdóname y transfórmame porque tú conoces mi debilidad, y sólo tu perdón amoroso puede conducirme hacia la verdad y darme nueva vida. Amén.
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Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.