Páginas

Páginas

sábado, 14 de enero de 2012

ORAR ES HACER TU VOLUNTAD.

Esta oración fue escrita 18 de enero del 2010, es decir, dentro de cinco días hará dos años. Fue publicada en "De dodim a agapé" y, más tarde, en blogueros con el Papa. Durante todo ese tiempo se ha mantenido como una de las más leída en las entradas populares, y, por este motivo la recuerdo ahora aquí.



¡SEÑOR!, ¿cómo puedo escucharte
sin desapegarme de mi voluntad?
Voy a tu encuentro,
pero llevo conmigo
mis pensamientos y proyectos.

No podré, de esa manera,
abrirme a TÚ Palabra,
y menos estar dispuesto
a esforzarme en hacer
lo que TÚ quieres que yo haga.

Hablar contigo supone poner en TUS MANOS
mis asuntos y problemas,
pero, también, recoger y hacer míos
tus proyectos, sufrimientos y deseos.

Y, eso sí lo sé, SEÑOR,
TÚ quieres mi bien, mi felicidad
porque me has
creado por amor
y has puesto todo lo que necesito
para mi disfrute y bienestar.

Y tu VOLUNTAD
es hacer que todos los hombres
sean hermanos, vivan en paz
y se amen como JESÚS, tu HIJO,
nos enseñó.

Y te reconozcan como PADRE y Creador,
y sean uno para Gloria y Alabanza TUYA.

Y, sin embargo, DIOS mío,
a mí alrededor veo mucho dolor,
mucho sufrimientos y miserias.
Si todo lo creado ha sido para nuestro bien,
no parece que haya suficiente para todos.

Y es, SEÑOR, que nosotros, tus hijos,
te fallamos y no escuchamos tus consejos
y tus intenciones.
Sólo nos importa nuestro "yo",
y nuestros "planes".

Y lo estropeamos todo. El mundo que TÚ
nos diste, lo hemos mal usado
y lo estamos convirtiendo
en un lugar inhabitable y dañino.

Y todo, SEÑOR, porque no salimos
de nuestro ego personal, no nos disponemos
a morir a nuestras cosas,
y a preocuparnos por las TUYAS.

Y cuando estemos en tu presencia
podemos sorprendernos con tu desconocimiento
para con nosotros,
pues no por el hecho de decir:
¡SEÑOR, SEÑOR!, seremos reconocidos
por tus hijos,
sino, simplemente, por hacer tu VOLUNTAD.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.