Páginas

Páginas

viernes, 3 de febrero de 2012

SÉ, MI SEÑOR, QUE TODO DEPENDE DE TI

TODO ES GRACIA

Quiero pedirte perdón, SEÑOR, porque, aunque no lo quiera, caigo muchas veces en el error y la tentación de creerme suficiente, y que dependen de mis fuerzas y voluntad el que otros crean en TI. A veces soy tan tonto que llego a pensar que gracias a mí se logran metas y objetivos. Llego a pensar que mis logros son obra mía, con tu ayuda, y que TÚ me asistes, pero yo colaboro también.

No sé si será así, ¡ves, SEÑOR, todavía estoy confuso!, pero, aunque no lo comprenda del todo bien, sé que todo depende de TI. Sólo TÚ me puedes hacer un hombre nuevo, un hombre nacido de nuevo, limpio, con un corazón convertido y entregado.

Por ello me invitas a bautizarme, como a Nicodemo. Me ofreces la oportunidad de volver a empezar, volver a nacer de nuevo. ¿Será es la nueva evangelización que todavía no hemos entendido? Ver los acontecimientos y la vida desde esa nueva concepción, desde ese hombre nuevo injertado en TI. Ver tus nupcias como un don y regalo tuyo. Ver que sólo nos toca a nosotros devolverte el amor que TÚ nos regalas gratuitamente, también gratuito en los hermanos.

Sólo TÚ me puedes llenar de Gracia, como hiciste con tu Madre María, y dirigir mis pasos, realizar tus proyectos en mí, y guiar mi camino. Razón tenía Pablo cuando dijo que eras TÚ quien vivías en él.

Y, yo, ¿qué puedo hacer yo? Porque al hacerme libre me has dado capacidad de respuesta, de decidir, de rechazarte, de soreírte o no... Ayer oí y hoy parece que me lo estás haciendo comprender, que sólo puedo sentirme agradecido por tanta Gracia, y en gratitud a tanto don, esforzarme en responderte haciendo obras buenas con tu Gracia por tu Amor.

Por eso, termino dándote gracias por tu Misericordia y tu Amor. Bendiciendo cada momento de mi vida, regalo Tuyo, y pidiéndote tu Gracia para, en gratitud a Ella, servirte en los hermanos con el amor que TÚ me amas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.