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sábado, 9 de junio de 2012

ME CUESTA DAR Y DARME, SEÑOR

Esa pobre viuda ha echado más que nadie...

Decir lo contrario es autoengañarme. Sería una hipocresía no confesar lo difícil que me resulta dar. Dar de lo que tengo para vivir, no de lo que me sobra. No se trata de vaciar el ropero porque lo tengo lleno y ya no me cabe más ropa. Selecciono las más viejas, aunque estén de buen ver y para usarlas, y esas las reparto.

No, Señor, pienso que eso no es así. Sería mejor comprar alguna nueva, igual que hago para mí, y compartirla. Me parece eso más aproximado a lo que hizo esa pobre viuda. Y seguramente a Ti te gustaría más que fuese de esa forma. 

Porque eso es dar de lo que tengo, y darme también. Además, como dice la madre Teresa, cuando realmente duele y cuesta, es señal de que así debe ser. Pero, ¡me cuesta, Padre mío! Me pone triste y se me viene todo abajo. Me avergüenzo y lo confieso públicamente. ¡Para qué decir mentiras! Soy yo el que me engaño, pues mi Padre Dios me ve en lo oculto y sabe lo que esconde dentro de mi corazón.

Por eso, Dios mío, no tengo otra alternativa que confesártelo, y pedirte perdón. Pero también fuerzas, pues confío en Ti y en tu Gracia, pues con ella será capaz de vencerme y arrancar desde lo más profundo de mi corazón el deseo ardiente de compartirme y darme. Amén.

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