Nadie me llama, me busca, me espera como Dios.
Nadie me ama como Dios.
Nadie me amara jamás como Dios.
A nadie le seré tan importante como a Dios.
Nadie siente tanta alegría al recibirme como Dios…
Nadie me escucha con tanta atención y delicadeza como
Dios.
Nadie me mira con tanta ternura, con tanta bondad como
Dios.
A nadie le preocupa ni se interesa por mis cosas como
Dios.
Nadie desea llenar mi vida, mi alma de plena felicidad como Dios.
Nadie me conoce, me entiende, me enseña, me aconseja, me
amonesta como Dios.
Nadie tiene tanta paciencia para conmigo como Dios.
Nadie me acepta como soy, con mis defectos, aun con mis
pecados y se toma la molestia de
ayudarme a vivir y conquistar una hermosa transformación como Dios.
Nadie me espera en el Portal del Cielo con tanto deseo,
con tanto amor, con tanta ilusión como Dios.
Mi caminar de la mano de María… hacia Aquel que lo es TODO
para mí porque yo lo soy TODO para Él… como tú también lo eres para Él…
En el tiempo que me quede de vida… a trabajar
intensamente por la salud de mi alma, por el bien de mi vida… porque Dios vale
la pena…
Desde la Soledad del Sagrario
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