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viernes, 19 de octubre de 2012

AQUÍ ESTOY, SENOR, PARA HACER TU VOLUNTAD




La voluntad divina a tiempo y destiempo.  Cuando nos toca esos momentos de dolor, de confusión, de sufrimientos, de heridas causadas por las humillaciones e injurias recibidas, o simplemente por el olvido de los nuestros, de los que amamos… entonces es el momento de recogernos en nuestro interior para decirle al Dulce Huésped de nuestra alma… aquí estoy Señor para hacer tu voluntad. 
Cuando las cosas nos salen mal… cuando los planes se nos hacen sal y agua… cuando la enfermedad nos abraza hasta asfixiarnos… cuando noticias inesperadas nos llegan haciéndonos temblar hasta el tuétano… es el momento de mirar hacia el Cielo y en un arrebato exquisito de amor decirle a nuestro amado Padre Celestial… aquí estoy Señor para hacer tu voluntad.
Cuando un ser querido se nos va y nos deja sumergidos en el dolor…o el divorcio nos toca sorpresivamente vivir… cuando ya los niños no están en el hogar porque han  crecido y han volado a otro nido y la soledad se hace palpable, cuando la edad nos hace vernos incapaces de mostrar la agilidad acostumbrada,  cuando el cansancio hace presente el cumulo de años vividos… ha llegado el momento de sentarnos y contemplando la creación su hermosura, su exquisita belleza decirle al Maestro Paráclito… Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad… 

Es cuando el alma en un derroche de amor, suspirando por el  Amado se le oye decir:
“Señor…aquí estoy... para hacer Tu Voluntad… a tiempo y destiempo… en todo momento… porque Tu eres lo más importante de mi vida… mi única razón de existir… y Tu Voluntad es mi mayor alegría… ahí donde quieres en las penas o en las alegrías, en el dolor o en la felicidad, acampanada o sola… aquí estoy, Señor, para hacer Tu Voluntad… mi adorado Dios…”


imagen de la web

Desde la Soledad del Sagrario

1 comentario:

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.