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domingo, 28 de octubre de 2012

DE NADA ME VALE VER...

 Dios, Señor Mío, no tengo idea de a dónde voy. No veo el

si no te veo a Ti, Dios mío. Porque todo lo que pueda ver que Tú no estés no tiene valor ni permanece. Tú eres la Luz eterna que permanece siempre y nunca se apaga. Y esa Luz es a la que quiero llegar para permanecer siempre alumbrado.

Quita la venda de mis ojos y dame la Luz que ilumina mi vida y me mueve a amar. Un amor desinteresado, alejado de fronteras y círculos que separan y limitan. Un amor abierto a la verdad y a todos, que acoge, que suaviza, que escucha, que comprende, que se compadece, que intenta curar y que enciende el camino justo y verdadero.

Un amor que propone, que sugiere e invita a no desviarse más del camino y a seguir a la Luz que nos ofrece claridad, limpieza, verdad y justicia.

Como el ciego Bartimeo, ¡Señor!, quiero pedirte que limpies mis ojos de toda oscuridad y hagas que vea tu Luz y tu Camino. Amén.

1 comentario:

  1. Señor Dios mío, cuánta oscuridad hay en mí si no te tengo cerca, cuántas nubes negras quieren invadir mi vida, pero Tú, Señor, eres nuestra luz, nuestra alegría, Tú, Padre amantísimo,Dios nuestro, Protector de todos los que te buscan son sincero corazón, fíjate en el mío, y arranca toda esa maliia, esa hipocresía, líbrame de todo lo que me separa de tu Santo Amor, Padre Celestial, concédeme la Gracia de la Perseverancia Final, no suceda que después termine separado de Ti, por toda la eternidad.

    Mi vida debe ser amar como Tú nos amas, Cristo, mi Señor, enséñame a amar a la humanidad como tú amaste desde la cruz, que con mi cruz, nunca pierda esa caridad, esa misericordia,ese amor frateral por mi prójimo.

    Oh, Madre Santísima de Dios, ayudames a ser fiel a Jesucristo, purifica mi vida entera, te suplico también por toda la Iglesia Santa de Dios, por el Papa, los obispos, los sacerdotes, por todos aquellos que se han comprometido con el Santo Padre Benedicto XVI por la Nueva Evangelzación y el Año de la Fe.

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Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.