Páginas

Páginas

domingo, 15 de septiembre de 2013

SEÑOR, YO TAMBIÉN QUIERO INVITARTE A COMER



Sí, Señor, quiero estar en tu mesa y comer contigo, porque sé que Tú has venido a salvarme, y yo tengo necesidad de ser salvado. Quiero ser de tu rebaño y dejarme cuidar por Ti. Sé, Señor, que me cuidas, me proteges y te preocupas por mí. Hoy nos lo dice en este hermoso evangelio de este domingo.

Gracias Señor por tanta paciencia, por tanto amor hasta el punto de salir a buscarme por montes y cañadas. Gracias, Dios mío, por esperarme, sin merecerlo, después de dilapidar la fortuna que me diste en herencia. Y no solo esperarme, sino no regañarme. Al contrario, acogerme con gozo y alegría, vestirme y tratarme como un héroe. Darme la gloria de ser tu hijo.

No merezco nada Señor, y me avergüenzo de haberte ofendido. Sólo quiero que me trates como a un siervo, pues no me he portado como un hijo. Señor, me quedo perplejo, anonadado, bobo y con cara de idiota ante tanta Misericorida y Amor. Padre mío, solo puedo decirte desde lo más humilde de mi pobre corazón, gracias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.