Páginas

Páginas

martes, 10 de junio de 2014

INSALUBRE Y PENUMBRA



No llego a dar el sabor y la luz necesaria, no sólo para saborear y alumbrar mi propia vida, sino menos aún para servir de condimento y luz para dar gusto y saborear las de otros que caminan en mi mismo camino. Mi sal se corrompe fácilmente, y mi luz se apaga a la menor brisa de soplo del aire de este mundo.

Mi vida se vuelve insípida y oscurecida porque mi sal y mi luz se contaminan con el pecado. Necesito lavarme en tu Sangre Señor para que mi sal se vuelva gustosa y dé sabor a tu Palabra, y mi vida se vuelva luminosa y alumbre mis pasos y los pasos de los que caminen conmigo.

Da, Señor, sabor a la pobre sal de mi vida y enciende la luz de mi corazón para que, por la acción de tu Espíritu, mi vida se vuelva sabrosa y luminosa para todos aquellos que se acerquen a mí. Dame también la perseverancia de mantener la sal de mi vida limpia y conservada para que ayude a conservar la vida de los que están próximos a mí en tu Palabra.

Señor, que la sal y la luz de mi corazón se mantengan regadas por la acción de los dones del Espíritu Santo y que por los caminos que avance en mi vida den siempre testimonio de tu Palabra y tu Amor. Amén.

2 comentarios:

  1. Querido amigo Salvador Pérez:
    Un saludo fraterno a la distancia! Me encantan tus reflexiones hechas oración. Me ayudan a reflexionar mucho sobre la realidad de mi vida! Gracias por compartir!

    ResponderEliminar
  2. La distancia, querida Irina, se hace presente en el Espíritu del Señor. Ahora se descubre la importancia de los Encuentros Blogueros, porque nuestras palabras tienen rostro y vivencias que, a través del Espíritu de Dios, nos hace presente y nos conforta.

    Gracias porque esta fe compartida me fortalece y me anima a seguir, por la acción del Espíritu, en la tarea.

    Un fuerte abrazo en Xto. Jesús.

    ResponderEliminar

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.