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martes, 15 de septiembre de 2015

ACEPTAR MI VIDA DE CRUZ



Cada vida tiene su cruz. Cruz que para unos será mayor que la de otros, pero cruz que cada cual tiene la capacidad y la fuerza necesaria para soportar. Ha de ser así, porque de no serlo sería injusto echarnos tanto peso a nuestras espaldas.

La vida, en su camino, nos presentará nuestra cruz. Todos las tenemos y el camino consiste en aceptarlas y ofrecerlas a los pies del Señor compartiéndolas con Él. Eso es lo que significamos cuando hablamos de cargar con nuestra cruz.

No se trata de buscar cruces, ni de renunciar a ser felices en este mundo. Se trata de aceptar lo que nos viene encima y de compartir con aquellos que la vida les ha dejado desnudos y con más sufrimientos que alegrías. Y esas fuerzas son las que te pedimos, Señor. Fuerzas para renunciar a nuestros egoísmos de vivir despreocupados y mirando sólo para nuestros intereses y comodidades sin tener en cuenta a los demás. Sobre todo a los que sufren.

Danos la Gracia de sabernos débiles y pecadores, y de sacar fuerzas para, renunciando a nuestros egos personales entregarnos al servicio de los demás. No nos cuesta mucho decirlo, Señor, pero cumplirlos es harina de otro costal. Y conscientes de nuestra debilidad te pedimos voluntad y fuerza para, injertado en el Espíritu Santo, ser capaces de vivir coherente con lo que decimos.

Y a ti, Madre del Cielo, intercede por nosotros para que, siguiendo tu ejemplo, nos miremos en tu paciencia y perseverancia esperanzados en la Resurrección del Señor. Amén. 

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