Páginas

Páginas

jueves, 23 de junio de 2016

NUESTRAS HERRAMIENTAS SON LAS OBRAS Y LA CARIDAD


No podemos construir la casa con otro tipo de herramientas, porque sería como construir sobre arena. De las únicas armas que nos podemos servir para apoyar nuestra vida sobre roca firme son la caridad y las obras. Y eso es lo que te pedimos, Señor, en esta nuestra oración de hoy.

Sabemos que no son armas fáciles de manejar, y, a veces, tan difíciles de utilizar hasta el punto de no saber ni cómo ni cuándo. El tiempo y el momento oportuno se hacen a veces muy importantes y, ocurre, que en muchas circunstancias no sabemos medir. Danos, Señor, esa voluntad, esa sabiduría y ese sentido oportuno de utilizar la caridad y adornarlo con nuestras obras. Que no nos ocurra que empleando la palabra dejemos de poner las obras. Ambas herramientas deben utilizarse alternativamente y simultáneamente.

Pero, Señor, la misión es alta para cada uno de nosotros. Aunque sabemos que cada cual tendrá la suya según los talentos recibidos, pero también proporcionalmente difícil. Queremos aprovechar este ratito de oración y reflexión para pedirte todos juntos que nos des la capacidad de no hacer sin amar. Y no amar sin hacer. Y saber qué hacer, porque todo no se encuentra en obras materiales, también están las espirituales: una sonrisa; una paciente espera y complacencia; una atenta escucha y esfuerzo de comprender, y muchas cosas más.

Las obras de misericordia que el Papa Francisco nos ha recordado en este año de la Misericordia para acercarnos a ser Misericordiosos como el Padre, pueden servirnos de guía y de camino para tratar de vivir desde la Palabra a la Vida, y desde la Vida a la Palabra. 

Y ese camino, difícil, improvisado, sorpresivo, no carente de riesgo y aventura, pero siempre emocionante, hermoso y pleno de sentido, gozo y felicidad, queremos recorrerlo, nunca solo, sino acompañado del Espíritu Santo, que el Padre nos ha enviado para auxiliarnos en nuestro camino. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.