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domingo, 9 de abril de 2017

UNA ACOGIDA TRIUNFAL, PERO HUMILDE

Jesús no se deja embaucar ni seducir por la algarabía y los clamores triunfales. Le vitorean y aclaman y le proclaman el enviado en nombre del Señor, pero Jesús no se pronuncia ni se vanagloria. Se presenta sumido en la humildad y dispuesto a proclamar el Evangelio para el que su Padre le ha enviado.. Sabe las dificultades que le esperan y el rechazo de los hombres, que piensan en otro mesías tal y como ellos se lo imaginan.

Y yo, Señor. ¿qué Mesías tengo en mi cabeza? Y yo, Señor, ¿qué Mesías quiero imaginarme? Y yo, Señor, ¿qué Mesías espero y deseo? Posiblemente, de estar ahí, quizás, te hubiese rechazado, y quiero agradecerte, Señor, que eso no ha ocurrido, porque estoy aquí. Gracias por conocerte en este momento de la vida, mi vida, y creer en Ti. Gracias, Señor, por la fe y la esperanza.

Porque muchos amigos, familiares y conocidos no creen, Señor. Porque sabiendo y recibiendo lo mismo que he conocido y recibido yo, no creen. Te han rechazado y condenado. Y eso, perplejo y asombrado, lo experimento y lo valoro. Porque siendo peor que ellos, me has dado la fe de creer en Ti, y de acercarme a Ti. Y de experimentar mis debilidades, mis fracasos, mis errores y pecados. Y quiero, a pesar de mis caídas seguirte y estar siempre en tu presencia y contigo.

Yo no quiero imaginarme un Mesías, sino aceptar al Mesías que Tú me descubres y me presentas. Yo no quiero plantearte preguntas y exigencias, sino obedecerte y seguirte, tal y como Tú me indicas y me señalas. Porque Tú eres un Mesías bueno, justo y en verdad, y tu Palabra es Palabra de Vida Eterna. Y vienes enviado por tu Padre para salvarnos del pecado y la esclavitud.

Por eso, Señor, hoy, domingo de Ramos, esperanzado en lo que se avecina y en tu Resurrección pasada la Pascua de tu Pasión, quiero darte gracias y abrir mi corazón a tu Palabra. Amén.

1 comentario:

  1. Muchas, gracias, quiero darte gracias y abrir mi corazón a tu Palabra. Amén. Feliz y santos días en el Señor.

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Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.