Páginas

Páginas

martes, 30 de mayo de 2017

TAMBIÉN NOSOTROS GLORIFIQUEMOS AL SEÑOR


Nuestra gloria es glorificar al Padre, obedeciéndole en todo lo que nos han enseñado el Hijo, para dar también en el Padre gloria al Hijo. Porque esa es nuestra Vida Eterna, darles Gloria y Alabanzas por toda la Eternidad. 

Indudablemente que no lo entendemos y se nos escapa a nuestra razón. Nuestras limitaciones nos lo impiden, y le pedimos al Padre que nos dé la sabiduría de poder entenderlo y experimentarlo. Porque, el mundo en el que vivimos no responde a esas ansias de felicidad y eternidad que nosotros experimentamos dentro y en lo más profundo de nuestros corazones.

Y, creemos en Ti, Señor, que has sido enviado por el Padre, para darnos a conocer su Infinito Amor, y que nos has elegido y llamado a tu redil, para que, siguiendo tus enseñanzas, encontrar y conocer al Padre, del que nos has dado todo y nos has enseñado todo lo que Tú has recibido. 

Gracias, Padre, por todo lo que nos has dado. Y así como tu Hijo te ha Glorificado en la tierra dándonos a conocer tu Infinito Amor, así, también, nosotros, queremos responder a ese Amor glorificándote a Ti, Señor nuestro, por revelarnos el Amor del Padre y entregar tu Vida, por Amor, para salvar la nuestra.

Gracias, Padre, porque ahora sabemos que todo lo que nos ha enseñado tu Hijo viene de Ti, pues, Él, nos ha dado testimonio de tu Palabra con su Vida y sus Obras. Gracias, Señor, por tu Inmensa Misericordia que nos has dado de parte de tu Padre y que, Tú mismo, nos has regalado entregando voluntariamente tu Cuerpo y tu Sangre en la Cruz para redimir ante el Amor del Padre todas nuestras miserias y pecados.

No nos cansamos de darte las gracias y de pedirte insistentemente que nos des la Fortaleza y la Gracia en tu Espíritu para no desfallecer en perseverar y seguir tus pasos a pesar de las dificultades que nos presenta este mundo. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es abrirte, hablar de lo que piensas y conoces. Si lo haces, te descubres, y animas al otro a hacer lo mismo. En ese diálogo salta el encuentro y el conocimiento mutuo, y así puede, con mucha caridad, nacer la confianza y el respeto por el otro. Es la mejor manera de vivir y de poner en practica la Voluntad de Dios.